Día 98: ¿Por qué no habrá un salón en mi casa?
Nada más llegar a mi calle, y ver el coche (smart) del reparto a
domicilio de la pizzería “Freddy Fresh” aparcado
cerca de mi portal, me he temido lo peor. En un instante, han pasado
por mi mente todos los panfletos de pizzerías que se amontonaban
en la balda del pasillo. Al abrir la puerta del portal y oler el aroma
de las pizzas en mi escalera, mi temor crecía. Al cruzarme con
el repartidor en el rellano, ya casi no tenia duda. Y al entrar en mi
casa y sentir el olor de la pizza, todos mis temores se hicieron
realidad. El mundo se me vino encima al descubrir que había una
fiesta en mi casa. Para mi no hay problema en que mis compañeros
celebren una fiesta. El mayor inconveniente es que como no tenemos
salón, la fiesta se celebra en mi cocina. Esto significa que la
chapata precocinada que traía del supermercado, no la iba a
poder meter al horno… ¡porque en una cocina de 11 metros
cuadrados hay 13 alemanes borrachos!. Además de quedarme sin
cena, no iba a poder estudiar a gusto en mi habitación (puerta
con puerta con la cocina). Al día siguiente tenía que
entregar un informe en la facultad y era incapaz de concentrarme debido
a los gritos, risas y golpes. Yo no sé que idea tienen estos
alemanes sobre la fiesta, pero si consideran fiesta reunirse en una
cocina, comer galletitas saladas, contar anécdotas,
reírlas mientras golpean una mesa, y beber cerveza… Y
cuando ya están cocidos, recogerse cada uno a su casa a dormir
la mona… Nada de salir de fiesta, como muchísimo ven una
película porno (son así de tristes). Yo, gracias a Dios
que tengo tapones para los odios y me puedo evadir y estudiar a gusto.
Lo único que no puedo entrar en la cocina. Esto no
pasaría si mi casa tuviese un salón, o si el salón
que tenia no le hubiesemos convertido en otra habitación, para
ahorrar dinero. ¡Ah! La fiesta que se celebraba era la del amigo
invisible…
Publicado el 16 de diciembre de 2005