Día 67: Química cuántica con pastas

Como están desratizando (o descucarachando, o desbichando, o algo así) el aula magna del edificio de química física, todas las clases de hoy me las han cambiado de sitio (este semestre casi sólo estudio química física). Había un papel a la puerta del edificio que lo explicaba y te decía donde tenías que ir. La clase de tal se dará el día de hoy en tal sitio. En el cartel destacaba la asignatura de química cuántica, que estaba escrita a mano. La clase de química cuántica del profesor Wolff se dará hoy en la sala de profesores. ¿He leído bien? Sí, sí, en la sala de profesores. Allí me he dirigido y ya estaban los otros dos alemanes con los que voy a esa clase (somos 4 personas en la asignatura) sentados. En una mesa con cajas de pastas danesas (las típicas cajas metálicas azules…), un calentador de agua, bolsitas de té y nescafé. El profesor Wolff, que es un hombre muy ocupado, siempre llega tarde, pero cuando ha llegado (10 minutos tarde), nos ha preguntado que si queríamos algo.

-  mmm… no... 

- ¡Que sí, hombre!

- Bueno, ¿me prepara un té?

Y después de preparar el te y un café para los otros de la clase, él se ha comido una galleta y ha empezado a dar la clase. Estos son los momentos en los que te arrepientes de no tener ni idea de alemán, porque tienes la sensación de que si entendieses lo que dice, aprenderías mucho. Porque pocas veces tienes la suerte de estar dando una clase de química cuántica explicada personalizadamente por un profesor con pinta de saber un montón mientras disfrutas de un té y unas pastas.
Publicado el 15 de noviembre de 2005