Día 21: El Oktoberfest

El viernes por la tarde había quedado con Juan para ir al Ikea a comprar una persiana para mi habitación, para que no me despierte el sol en la cara como todas las mañanas. Él tenía que comprar un microondas, ya que sus padres habían decidido regalarnos uno como obsequio por haber estado viviendo en nuestra casa. Justo antes de salir de casa me llama Aida, una chica de Alicante, para convencerme de que vaya a Munich a la fiesta de la cerveza. Ya llevaban varios días los españoles comentando la posibilidad de ir. Yo no estaba muy seguro de querer ir, básicamente porque no sabía donde ibamos a dormir y porque con los planes que estaban haciendo el viaje iba a ser carísimo. La pedí que me diese tiempo para pensarmelo.
El oktoberfest es... bueno, mejor copio lo que dice mi diccionario sobre esta fiesta: “La fiesta anual de la cerveza, el Oktoberfest, tiene lugar en Munich, en una enorme explanada en la que se instalan carpas para degustación de la cerveza, montañas rusas y todo tipo de atracciones. Comienza en septiembre y finaliza el primer domingo de octubre, con una duración de dos semanas. La gente se sienta en largas mesas de madera y beben cerveza en enormes jarras de litro, comen galletas saladas y disfrutan de la actuación de bandas de música. Es una gran atracción tanto para turistas como para la gente del lugar”. La verdad que después de leer esto, pensaba que el oktoberfest era una explanada enorme cubierta de césped llena de alemanes bonachones con sus trajes típicos y rubias germánicas sirviendo cerveza gratuita por todos los lados, con música y alegría...

Durante la visita al Ikea tantee a Juan para saber sus planes para el fin de semana. Él se iba a Leipzig a ver a una compañera de clase. Así que si me quedaba en Dresde, me quedaría solo. Aida me había dicho que viajaríamos con un Wochenende ticket (el Wochenende ticket es un billete especial de la Deutsche Bahn que te permite viajar por toda Alemania, todo un fin de semana y hasta 5 personas, utilizando trenes regionales por sólo 30€, que entre las cinco personas sale a 6€). Y que dormiriamos en la residencia de un amigo de Jose (un chico de Sevilla que estudiaba en el TUDIAS), en lugar de dormir en la estación de trenes como habían pensado en un momento. Viendo que el viaje iba a ser mucho más barato de lo que pensaba, me decidí: cuando volví del Ikea, cargado con las persianas, sábanas y una rata de peluche (para mi hermana), llamé corriendo para decir que sí que iba, que me lo había pensado bien, que no me apetecía perderme la primera locura Erasmus.

Rata Ikea
Salíamos a las doce menos veinte de la estación de trenes. Cuando vi el plan del viaje, me di cuenta de que el wochenende ticket no es algo tan fantástico: puedes utilizar todos los trenes regionales de alemania, bien, pero esos trenes van parando en todos los pueblos de más de 7 habitantes y luego, el transbordo entre tren y tren puede ser inmediato o te puede tocar esperar varias horas. Al final recorrer una distancia grande como la que hay entre Dresde y Munich se puede hacer eterno. 
Billete de tren
(¡10 horas y media para ir a Munich!)
En el andén en obras de la estación medio derruida, nos fuimos juntando un buen grupo de españoles y argentinos. No conocía a la mitad de ellos, acababan de llegar de España y se habían enterado de casualidad del viaje. También, en el último instante, cuando se cerraban las puertas del tren, llegaron los de Zaragoza. Al final, éramos en total unas veintitantas personas. El viaje, a pesar de ser tan largo se hizo muy ameno. En el transbordo de Chemnitz, que era de tres horas (ver la foto de arriba), nos montamos una buena fiesta, en plan botellón callejero. Una buena ocasión para conocer a la gente nueva: Manu de Zaragoza, Quique de Denia, Alberto de Jaen... Hicimos todo el ruido del mundo, pero la estación estaba desierta y nadie nos dijo nada. En el tren fuimos más tranquilitos. Descansando.
Fiesta en Chemnitz
Cuando llegamos a Munich, teníamos unas ganas tremendas ir corriendo a la residencia  del chico que nos iba a acoger,  dejar las mochilas e irnos rápido a la fiesta. El de la residencia al vernos llegar se enfadó. Jose le había dicho que iba él con unos amigos y nos presentamos 23. Acordamos dejar la discusión para la noche, para llegar cuanto antes a la feria. Cuando llegamos allí me decepcionó un poco, era la instalación ferial típica con montañas rusas, tiovivos, caballitos pero, entre medias, había unas naves enormes decoradas con motivos cerveceros. Las naves eran donde se hacía la fiesta, y cada nave era de una marca de cerveza.  Por las callejuelas había un montón de gente vestida con los trajes típicos y, a pesar de estar lloviendo un poco, todo el mundo estaba muy animado e iba de un lado para otro. Habían puestos en los que vendían sombreros, salchichas, galletas saladas, tabaco, algodones dulces, patatas... pero los precios eran altísimos, por ejemplo, un palo con un cacho de algodón dulce ¡¡valía 6 €!!.
En la nave que entramos

En la nave que entramos

En la nave que entramos

En la nave que entramos

En la nave que entramos

En la nave que entramos

En la nave que entramos
Ya nos advirtió la gente de la residencia de Munich que aunque eran las 11 de la mañana habíamos llegado muy tarde y que nos iba a costar entrar en las naves. Algunas tenían fiestas privadas organizadas por alguna asociación o por alguna empresa. Intentamos entrar en unas cinco casetas pero todas estaban hasta la patilla, y con una cola en la puerta enorme. En algunas nos decían que no iba a poder entrar nadie en todo el día, y en otras nos dimos cuenta que dentro no había grupo de música, lo que hacia que la caseta perdiese mucho. Nos pusimos en la cola de la quinta nave y esperamos 1 hora para entrar. Cuando estábamos los primeros de la cola nos dijeron los porteros que acababan de recibir la orden de sólo dejar pasar gente con una pulsera especial que hacia de pase VIP. Nos desanimamos mucho porque veíamos que era la una y media de la tarde, ya estábamos cansados y aun no habíamos entrado en ninguna nave. La gente se quería ir, especialmente los de Munich, pero les convencimos de que esperasen un poco que con la cantidad de cola que había (la gente de la cola empezaba a ponerse nerviosa y un poquito violenta) malo ha de ser que en una hora no entrásemos, y ¿qué era una hora en las 3 que llevábamos intentando entrar? Nada más convencer a la gente de que no se fuese, el portero nos dejó entrar a la mitad de nosotros y pasado un ratito entró el resto. Al entrar saqué esta foto:
Dentro de la nave
La primera impresión fue de agobio, un montón de gente borracha bailaba al son de la música de una orquesta que estaba sobre un escenario circular en un lateral de la nave. Para nosotros, aún no habíamos entrado del todo, porque dentro estaba hasta la bandera y había que encontrar un sitio donde sentarnos, porque si estas en el pasillo te echan y si no estas sentado no te sirven. Tardamos en sentarnos otra hora. Nos sentamos al lado de unos maromos italianos que habían venido por el ambiente pero se habían quedado por la cerveza. Invitaron a las chicas de nuestro grupo a sentarse con ellos, cuando ellas se afianzaron en sus sitios nos hicieron un hueco al resto. A mi me daban un poco de miedo al ser tan grandes y al estar tan rapados. Una vez sentados, con una cerveza en la mano, comenzó la fiesta.
Toda la gente estaba muy animada, bailando y cantando lo que tocaba la orquesta. Podías hablar con cualquier persona de alrededor y todo el mundo era muy amigable. Una vez el director de la orquesta vio la bandera de España que llevaba un chaval de Soria y se puso a tocar para nosotros el pasodoble “Qué viva España”, fue muy divertido. La orquesta tocaba cada cierto tiempo la canción oficial del Oktoberfest que era una que decía:

Ein Prosit, ein Prosit
Der Gemütlichkeit
Ein Prosit, ein Prosit
Der Gemütlichkeit.

que significa: “brindemos, brindemos, por la jovialidad”.

La cerveza valía 7,10€ la jarra de un litro, pero había que pagar con el dinero justo, porque sino la camareras (que eran un poco brujas) no te devolvían la vuelta. Si pagabas con un billete de 10€ tenias suerte si te daban 2€ de cambio. Además de las camareras brujas, que si te veían con la jarra vacía te obligaban a comprar otra o llamaban a los de seguridad para que te echasen, había chicas que iban con cestas de galletas saladas o lacitos salados (que valían 5€), con una cámara haciendo fotos (la foto valía 8€), o vendiendo tabaco y puros. Todas las canciones de la orquesta eran "Greatest hits" muy bailables que todo el mundo conocía. Este video que he encontrado en Youtube de la misma carpa puede servir de ejemplo:
A las ocho y media, cuando ya estábamos cansados, salimos de la nave. Acabamos abrazando a los italianos que en un principio me daban miedo e invitándolos a Dresde. A la salida vimos que por la noche, el recinto ferial era como una ciudad sin ley. Había peleas a todos los lados. Peleas muy duras con patadas altas al cuello y cosas así. Las peleas en las que participaban los porteros de las naves no se podían llamar peleas, sino palizas, porque entre 3 o 4 porteros le arreaban una paliza a cualquier mindungui. Le agarraban y le tiraban al suelo (pero le tiraban hacia arriba, a ser posible que volase varios metros y que cayese de cabeza) y cuando el pobre hombre, cuyo único delito era tocar el culo a una camarera o intentar robar una jarra y luego cometer el error de ponerse un poco farruco, se intentaba levantar le caía una lluvia de patadas en todo el cuerpo. Tras dejar la ciudad sin ley, nos dirigimos a la residencia, tras pasar a cenar por el Burger King (que es más barato que en España). Estabamos destrozados después de la paliza de viaje y de todo el día de fiesta. Cuando llegamos, el tipo ese que nos dejaba dormir en su residencia se portó como un subnormal, y nos dijo que no podiamos dormir todos en el pasillo que nos había reservado, llamaba a la gente de su residencia para que viese a los que habíamos ido y se reía de nosotros.
El tipo insolidario
En el fondo daba igual cuantas personas fuésemos a dormir en su residencia, porque la habitación en la que estábamos era el hall para la habitación del tío y de otra persona. No molestábamos a la otra persona porque no estaba y cabían las veintitantas personas perfectamente.
Habitación tipo
Al final, el tio nos dijo que la mitad de nosotros no podriamos dormir allí, y nos obligó a decidir quienes nos iríamos. Un grupo de personas le mandamos a la mierda, pasamos de ver la ciudad al día siguiente, y nos volvimos a Dresde esa misma noche, y así le dábamos la oportunidad de dormir en el albergue a las  personas que no se querían ir (ya que si nos quedábamos todos tendríamos que ir a la estación). La vuelta fue igual de larga y dura que en ida, pero con la diferencia que teníamos a todos los borrachos de Alemania en los trenes, borrachos que nos abrazaban, se dormían en nuestro hombro, nos ponían los pies en la cara...
Borracho tren
Otro inconveniente es que cada tren tenía una temperatura, y había unos en los que hacia calor, otros en los que hacia frío, y otros en los que hacia muchísimo calor. Al llegar a Dresde a las 11:30 (¡habíamos salido a las 0:00!) estábamos todos destrozados. A mi me dolía todo el cuerpo y estaba molido. A pesar de todos los inconvenientes y de la paliza yo creo que valió la pena todo el viaje.
Publicado el 3 de octubre de 2005