Antes de ayer nos dijo la profesora de alemán que, para la fiesta de final de curso, tenemos que preparar una canción en alemán para cantarla delante de todo el mundo. Nosotros, a pesar de haber escogido una canción muy bonita (“Nur ein Wort” del grupo ‘Wir sind Helden’), haremos el ridículo como está mandado.
No sé por qué a unas clases se las ha evitado hacer el ridículo más espantoso permitiéndolas hacer una obra de teatro en lugar de cantar una canción. Decidimos que, para intentar que quedara bien la puesta en escena, debíamos quedar para ensayar fuera de clase. Marko, el chico macedonio de la clase se ofreció voluntario a dejarnos su casa. Quedamos al día siguiente en la plaza principal de Neustadt (ciudad nueva), que es un barrio de Dresde muy bohemio en el que viven principalmente estudiantes (a 15 minutos en tranvía desde mi casa). Pero cuando ya estamos todos en el lugar acordado, Marko nos advierte: “Tener cuidado, porque la casa no es mía. Estoy viviendo en la casa de mi primo durante el mes que voy a estar en Alemania”. (El primo debía ser un alemán, hijo de emigrantes macedonios, que tenía un piso enorme y muy bonito en Neustadt). Llegamos a su casa y nos dice: “poneros cómodos, estáis en vuestra casa”, nos quitamos los zapatos (costumbre muy típica en Alemania, ¡precaución con los tomates!) y nos repartimos entre el salón y la terraza (recuerdo que éramos 12 personas, porque habían venido además novios de algunas chicas de la clase) y, habiéndonos acomodado, Marko pone música, saca cervezas para todos y nos prepara una cosa típica de Macedonia. Como todo esto es a costa del primo, le pregunto por él, y Marko me dice, sonriendo: “No te preocupes, no está”. Bueno, pues mientras algunos nos bebemos las cervezas y otros cotillean las fotos y enseres personales, ¡LLEGA EL PRIMO! ¿Y qué harías tú si tu primo, a que casi no conoces, y que has acogido en tu casa casi por compromiso, ha invitado a toda su clase a tu casa, a beberse tus cervezas y a pisarte el sofá, mientras ven fotos tuyas y de tu novia? La respuesta lógica es extrañarte y enfadarte. Pero ¡NO!, el primo (un tipo de unos 30 años) al vernos pone una gran cara, mezcla de alegría y satisfacción, y nos saluda uno por uno preguntándonos nuestro nombre y nacionalidad. Después de la presentación, nos dice que si queremos un B-52, un cóctel que le queda muy bien. También nos pregunta que si queremos un bocata de nocilla (aquí, nutella). Rápido aparece con la coctelera, y con vasos de chupito. A los que no tienen cerveza en la mano, rápido les da una, aunque no quieran. Nos dice: “¡Venga!, ¡que estáis secos!”. Coge la guitarra de un japonés y se pone a tocarla y a cantar con nosotros. Cuando me quiero ir, no me deja. Le digo que ya es muy tarde (23:30) y le cuento una excusa malísima. Salí de su casa pensando: ¡Que hospitalidad la de estos macedonios!.
Entrada anterior: Día 7: La ciudad dormida |
Volver a la portada: mariogonzalez.es |
Entrada posterior: Días 13, 14 y 15: De turismo por Sajonia |