Estoy recogiendo la habitación que en unos momentos vendrá el
Hausmeister a comprobar que está lo suficientemente limpita como para
devolverme la fianza.
En cuanto recoja el necesitado dinero, Pedro (que ha venido a
acompañarme) y yo saldremos de Berlín con mi coche camino de España. El
plan es hacer un pequeño tour: hoy llegaremos a Múnich, pasando primero
por el Vogtland, donde está el puente de ladrillos más grande de Europa
o del mundo, yo que sé (es uno de los pequeños "alicientes" que añadí
al viaje para convencer a Pedro, ingeniero de caminos, de que viniese).
De Múnich iremos a Génova, pasando por el castillo ese del rey loco y
por el Tirol y ya, de Génova iremos a la casa de Pedro en Salou,
haciendo una parada en Mónaco.
Por un lado estoy contento porque regreso a casa con los mios, con mis
nuevos proyectos y porque dejo esta ciudad, de tamaño irracional y este
país, de contradicciones inexplicables.
Pero sin embargo, me encuentro triste. En primer lugar dejo aquí muchos
amigos, gente increible que he conocido este año, con la que he
compartido muchos momentos y ahora no sé cuando volveré a ver. También
tengo la sensación de no haber aprovechado bien el año; me han quedado
tantas cosas por ver, tantas cosas por hacer... Lo dicho: esta ciudad
es demasiado grande. Encima no dejo de pensar si lo que he
hecho este año me servirá para algo. La actitud de mi jefe alemán no ha
sido la mejor y regreso a España con esa incertidumbre.
Para despedir esta etapa he elegido esta canción, en euskera, que
escuche una vez estando con Iker, Maite y Alaitz, se llama Aitormena
del grupo vasco Hetzainak
La traducción y la letra las puedes encontrar en
esta
página web.