Día 273: Yo estuve allí

Según el diario deportivo Marca, el primer partido de la selección en el mundial fue algo para contar a nuestros nietos.
Diario Marca del día despues al partido
Nadie se esperaba un partidazo aquel día. Cuando conseguí las entradas para ese partido a través de la página web de la FIFA, no pensaba en que España barrería a Ucrania. Elegí ese partido porque se jugaba en Leipzig, que está al lado de Dresde. Pensaba que la Ucrania de Sevchenko nos daría muchos problemas, que ese partido seria muy difícil de ganar…

Conseguí entradas para mi padre y para mí. El día anterior al partido cogí un coche de alquiler y le fui a buscar a Berlín. Dormimos en Dresde y al día siguiente a Leipzig. Pudimos dejar el coche casi en el centro de la ciudad, muy cerca del estadio. No íbamos a hacer turismo, íbamos a lo que íbamos. Dimos un pequeño paseo para ver el ambiente que rodeaba al partido. Estuvimos con Emilio Butragueño (iba muy rápido y no hay foto demostrativa) y con Manolo el del Bombo (de él si que hay foto demostrativa).

Con Manolo
El espectáculo de Manolo me dio algo de pena. Todo el mundo quería hacerse una foto con él. Todo el mundo quería conocerlo. Él se prestaba con una sonrisa, pero se le veía que no le hacia mucha gracia. Los hinchas le abrazaban, le agarraban fuerte, le hacían daño. Pero él se prestaba. Yo lo comenté y mi padre me dijo:

    “- Vive de esto”

Lo pensé un poco y sólo pude murmullar:

    “- Ah… Pues es verdad…”

Justo después, no sé si de la emoción de estar con Manolo el del bombo, nos perdimos y no podíamos encontrar la entrada al estadio. Las entradas estaban clasificadas en cuatro colores, en un color por cada lado del estadio, todo bien explicado, aun así nos perdimos (en realidad fue culpa mía, supuse que podríamos dar la vuelta al estado por un lado y estaba cortado por medidas de seguridad).

Estadio de Leipzig

Estadio de Leipzig

Hincha español

Mi padre estaba impaciente por ver el calentamiento de los jugadores. Fuimos corriendo y entramos al estadio, un estadio construido en una montaña vaciada. Imaginábamos que habría muchos controles de seguridad, guardias controlando tu identidad cada 10 metros, policía secreta escondida deteniendo y pegando a los reventas…  Pero, nada de nada. Apenas había seguridad, la justa por si se pegan algunos aficionados. Los reventas estaban a sus anchas, vendiendo entradas que tenían el nombre de otras personas (las entradas estaban personificadas para evitar la reventa), todo ello bajo la supervisión de la policía, que en teoría hacia la vista gorda, pero en la práctica recibían una parte del precio de las entradas en forma de sobornos de los reventas (sí, en Alemania también hay corrupción).

Nuestro sitio en el estadio estaba muy lejos de la hinchada española, estábamos sentados entre alemanes. Creo yo que seria porque pedí y pagué las entradas con mi dirección alemana y con mi cuenta de la caja de ahorros de Dresde (Sparkasse Dresden). La cerveza dentro era cara y encima había que pagar un euro por el préstamo del un vaso cutre de Budweiser (que en Alemania se llama Bud, porque ya hay otra cerveza mucho más antigua que se llama Budweiser) que todo el mundo acabaría llevándose a casa. También te vendían programas del mundial, galletas saladas, perritos calientes, coca-cola…
De pronto anuncian la salida de los jugadores. La cámara estaba en mi mano, que temblaba de la emoción. Grabé todo el momento con ella. El himno, la gente que gritaba y cantaba, el instante…
Luego empezó el partido, todo un partidazo, cayeron cuatro goles. Cada vez que España marcaba un gol me abrazaba a mi padre, miraba con superioridad a los alemanes de nuestra grada y le daba un toque a Emilio, que veía el partido desde España. Había un ucraniano sentado a nuestro lado que se fue a la mitad del partido y no volvió. Había otro dos filas más abajo que se negaba a hacer la ola. Justo a su lado había una señora mayor alemana que siempre la hacia con 10 segundos de retraso. El ambiente en la grada era totalmente festivo.

Cuando acabó el partido fue un poco triste que los jugadores no saliesen a saludar a la afición: como ellos siempre viajan llenos de lujos, no son conscientes que hay gente que se ha recorrido media Europa en las peores condiciones para verles jugar, que han hecho miles de sacrificios por verles pegarle a un balón durante 90 minutos. Lo mínimo que podían hacer es mirar a la grada y saludar.

Después del partido regresamos a Dresde, haciendo un par de paradas en algún pueblecito del camino para hidratarnos, al llegar a casa descansamos un poco, nos arreglamos y nos fuimos a un biergarten (un bar con terraza) que hay cerca de mi casa, al lado de la haupbahnhof, a ver el partido de Alemania contra Polonia. Estuvimos tomando un montón de cervezas (el hombre del bar no paraba de servirnos) mientras veíamos el partido, cenábamos algo y discutíamos con los parroquianos sobre el mundial. Mi padre le regaló al dueño del bar mi camiseta del Real Ávila (un día me tengo que pasar a llevársela… pero es que a mí me gusta mucho esa camiseta… bueno, cuando me vaya)

Al día siguiente nos levantamos pronto para ir a Berlín. Acababa la escapada de mi padre. Le dejé en el aeropuerto y me volví corriendo a casa. Había sacrificado dos días de clase por el partido, y tenia muchísimo trabajo acumulado. Pero mereció la pena, ahora podré decir: Yo estuve allí.
Publicado el 10 de julio de 2006